Tiburones se volvió un finalista más peligroso gracias a la adversidad

Andres Espinoza
Andres Espinoza
Prensa Tiburones
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Estos Tiburones de La Guaira son mejores que los de la temporada pasada. Así lo considera Maikel García, quien luego de alcanzar la etapa decisiva con la organización en la 2022-2023, está de vuelta en la instancia final con el club un año después. Para el grandeliga, estos muchachos dirigidos por Oswaldo Guillén son más completos, gozan de un pitcheo más sólido y de una ofensiva blindada. De igual forma, las cosas que se hicieron bien en aquella ocasión, como jugar una defensa formidable entre las líneas de cal, todavía se mantienen.

Pero hay un punto en particular, que va más allá de estadísticas y aspectos del juego, que convirtió a este conjunto salado en uno mucho más compacto y peligroso que el que sucumbió ante los Leones del Caracas en el sexto choque de la gran final en la zafra anterior. Como todo equipo a lo largo de una campaña, esos Tiburones, comandados por Henry Blanco, tuvieron sus momentos de dificultad. Sin embargo, lo que han dejado atrás los de la 2023-2024 no parece tener comparación alguna.

Era un equipo que, en el papel, debía llegar a esta etapa del campeonato otra vez. La Guaira se presentó en los entrenamientos de pretemporada con una nómina envidiable, lista para recoger los frutos de un año importante y transformarlos en una campaña inolvidable. Y entonces las cosas comenzaron a fallar. El pitcheo no respondió, el bateo – la gran carta de presentación – dejó mucho que desear en las semanas iniciales. Las oficinas estallaron en medio de la polémica, entre despedidas y bienvenidas de directivos, y el nuevo grupo al mando parecía lanzar dardos con vendas en los ojos, ligando que alguno diera en el blanco.

En aguas que parecían contaminadas

Tiburones descendió hasta el sótano, donde tuvo de compañía a equipos que eventualmente quedaron eliminados. Los cambios gerenciales y de jugadores llegaron también al banquillo del club, en donde Edgardo Alfonzo fue removido de su puesto como mánager, junto con el coach de pitcheo Dernier Orozco, para abrirle espacio a Guillén y Carlos Zambrano.

Los litoralenses lucían perdidos, dando pasos hacia adelante y hacia atrás con demasiada frecuencia. Incluso cuando las cosas mejoraron durante la gestión de Guillén y Zambrano, La Guaira parecía lejos del nivel en el que se encontraban los Cardenales y los Leones, que dominaron prácticamente toda la ronda regular, hasta finalizar primero y segundo, respectivamente, en la tabla.

Pero siempre se supo que, si Tiburones juntaba una pieza con otra, el potencial era abismal. Por eso la inconsistencia que mostró el conjunto durante mucho tiempo llamó tanto la atención y apuntaba a que los llevaría a una verdadera catástrofe. El problema, como en todo circuito invernal, es que el calendario es sumamente corto y no espera por la reacción de nadie. Con grandes figuras en su nómina, al igual que el año pasado y hasta mejor, con un Ronald Acuña Jr. que disputó un tope personal de 21 juegos en esta pasada ronda regular, los salados se veían a millas de distancia de lo que fueron en el certamen previo.

Tiburones sobrevivió para luego crecer

Y entonces algo hizo «click». La divisa nunca se mostró como una fuerza indetenible en la etapa inicial del campeonato, pero sí comenzó a comprender mejor su situación y las piezas parecían engranar bajo el mando de Guillén. Eso fue suficiente para que La Guaira consiguiera el cuarto puesto de la tabla y se ganara el derecho de empezar de cero en enero. Si este equipo tenía ese potencial encubierto, iba a tener una última oportunidad de demostrarlo.

Luis Torrens fue el refuerzo que seleccionó la directiva escuala en el Draft rumbo al todos contra todos. Fue una nueva decisión del alto mando que causó ruido, pues parecía que la prioridad del club debía ser el pitcheo, pero que volvió a probar ser la correcta. El receptor se unió a Yasiel Puig, Leonardo Reginatto y Wilson y Maikel García como una de las bujías ofensivas del combinado.

El tan preocupante pitcheo, que terminó sumando en el camino a Luis Martínez como la sustitución que quedó pendiente en el sorteo, respondió como ni siquiera los fanáticos de la escuadra podían soñar. Era el mejor del Round Robin tras finalizada la jornada del lunes, con una efectividad de 2.76. El siguiente con mejor porcentaje de carreras limpias permitidas era Cardenales, segundo de la tabla, con un distante 4.45.

Si los brazos respondían, no había duda de que los bates estarían allí, aunque quizás pocos esperaban el renacer de un Franklin Barreto que solo le añadió más leña a la candela. Tiburones ganó cada uno de sus primeros cinco juegos de los playoffs y luego de sufrir su primer revés el 8 de enero contra Lara, recargó baterías en la jornada libre que seguía y no se detuvo otra vez hasta obtener su boleto a la final este pasado lunes, con otro quinteto de lauros corridos.

Lo que no te mata…

Con cinco desafíos restantes en su calendario de la postemporada, La Guaira ya tiene garantizado disputar el título que se le ha hecho esquivo desde hace 38 años. Pero como dijo García, este equipo es mejor que el que lo intentó la última vez, las probabilidades le sonríen más. Sí, tiene mejor pitcheo y una ofensiva que también puede estar un nivel más arriba. La defensa es nuevamente impecable y todos los aspectos del juego están donde tienen que estar.

Pero lo que parece hacer realmente distinto a este club con respecto al pasado es la adversidad que quedó atrás. Las dudas y críticas que un día los amenazaron se volvieron combustible. La piel se hizo más gruesa y la sangre más fría.

No acabaron con Tiburones cuando la oportunidad parecía idónea, dejándole suficiente aire y espacio para recuperarse. Y ahora hay un monstruo diferente sentado en la etapa culminante, que no acecha, solo espera. Por un rival que partirá la final en plan de víctima, sin importar quien sea.

Esta Guaira finalista se levantó cuando parecía destruida. Lo que no la mató la hizo más fuerte, más hambrienta y calculadora. En unos días habrá otro borrón y cuenta nueva, en un escenario de siete para ganar cuatro y con un solo rival en la mira.

Allí es donde Tiburones tiene que respaldar lo que a este punto parece indiscutible. Ratificar que son mejores que antes y acabar de una vez con un maleficio que los ha hecho objeto de críticas y burlas por años. La Guaira está herida y eso es justamente lo que la hace más peligrosa, más fuerte. O simplemente mejor, como dijo García.

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