De la crítica más ácida al culto absoluto. Lionel Messi tiene enamorada a Argentina, luego de que, hace mucho tiempo, el divorcio era irrevocable. Su partido contra Croacia será recordado por varias décadas. Poco importa si terminará su carrera en París, Barcelona o Miami. Pocos quieren reparar en su lesión en el soleo. Todos se dejan enamorar por la sapiencia de su juego y sus chispazos de lozanía a sus 35 años de edad. Sin embargo, el flechazo en su país fue el carácter a lo Diego Armando Maradona.
A lo largo de su carrera siempre fue capaz de hacer jugadas de videojuegos, pero le reclamaban falta de liderazgo. Pero no cualquier tipo de capitanía, sino al estilo guerrillero y provocativo del ex Boca y Napoli. En 2016, Messi confesaba: «Lo primero que se me viene y lo pensaba en el vestuario es que ya está. Se terminó para mí la Selección. Ya son cuatro finales, no es para mí. Lamentablemente lo busqué, era lo que más deseaba, no se me dio, pero creo que ya está». Acababa de perder la Copa América y aún era la «Pulga» de la cabeza gacha.
La actitud cambió en otra derrota de Copa América (2019). «En esta copa se cansaron de cobrar bolucedes, manos boludas, fouls boludos, penales pelotudos y ahora no se cobró nada», su primera declaración fuera de tono. Luego la mochila de 28 años se la quitó con el título en el Maracaná. En Qatar siguió la versión Travis Bickle de Messi. A Louis Van Gaal le dedicó:»Vende que juega bien al fútbol y hoy metió puro pelotazo”, aparte de la celebración de Topo Gigio. Esa misma tarde nació el «qué mirás bobo«, que algunos osados se han tatuado. Mago dentro del campo, incendiario fuera de él.
Letras que lo ratifican
«Este Messi es el mejor Messi de todos los tiempos porque a su explosión le ha agregado visión, ya no sólo para resolver él sino para hacer que los otros resuelvan; porque a sus goles les ha agregado asistencias, ambas acciones a raudales; porque a sus apariciones fulgurantes, en medio de lagunas elegidas para reposar o para esconderse estratégicamente, las ha cambiado por un navegar constante, sea en partidos de aguas calmas o sea en partidos de mares bravíos», escribió Daniel Arcucci, en La Nación.
Un experto en la vida de Diego Maradona, comparó la necesitad de la Scaloneta y Messi de tener la furia como gasolina. Como la Albiceleste de otrora, la que comandaba el «Pelusa» hace décadas. «Argentina se encontró -o se reencontró- con algo que evidentemente está en los genes: la oportunidad de alimentarse con el enojo y con la crítica. La necesidad de jugar ya no con todos sino contra todos. Da para pensar, jamás para afirmar. Pero es tan argentino como el dulce de leche», remató Arcucci, tras los cuartos de final ante Países Bajos.
En el otro lado del charco piensan lo mismo. «Leo Messi capitanea una doble aventura, la suya, que esta vez tampoco escapa a la Maradona, y la de una selección que se exprime por ayudarle y protegerle (…)Este Messi también anima a pensar en Maradona 90, no en el rotundo fenómeno de México 86», redactó Santiago Segurola para El País (España). El español redondeó: «Le ha servido para adiestrarse en la adversidad y multiplicar la cohesión interna. No se sabe si a cambio del agotamiento en la recta de llegada. De lo otro, de surgir de la niebla, se encarga Messi, protagonista de un relato fascinante: llegar un paso más lejos que Maradona en 1990».
¿Un final feliz para Messi?
El Mundial de Messi es para enmarcar. Superó los 1000 partidos como profesional, suma cinco goles y tres asistencias. Superó a Gabriel Batitusta como el máximo artillero Albiceleste en Copas del Mundo e igualó el mismo número de pases gol que Maradona (ocho). Asimismo igualo la cantidad de cotejos disputados por Lothar Matthäus (25). Pero hay triunfos intangibles como lograr emocionar hasta las lagrimas al peridoista brasileño a Juca Kfouri, que lo compró Mané Garrincha al rosarino.
“Leo es el mejor de la historia”, soltó Lionel Scaloni. Jorge Valdano había dicho: «Soy de Messi desde el primer día que lo vi. Hace 20 años que Messi es un genio. El que no quiere a Messi, no quiere al fútbol (…) Está Maradoneando en el Mundial». En el ocaso de su carrera se ganó el amor de los suyos con el traje de Maradona. La sombra con la que siempre tuvo que convivir, pero su viaje de héroe no podía culminar en otro escenario que no fuera la Copa del Mundo.
“La felicidad no está en los placeres, ni en las diversiones, se encuentra en la firmeza y la constancia”, aseveraba Cicerón. Messi tiene talento y arte, pero su grandeza radica en su perseverancia. Posiblemente vuelva a quedarse con las ganas de saber cuánto pesa el trofeo más anhelado del planeta fútbol. Pero su leyenda ya marcó el mejor gol de la vida, revertir el odio en alegría.