La Guaira se rindió a los pies de sus Tiburones y los abrazó en agradecimiento

Andres Espinoza
Andres Espinoza
Prensa Tiburones
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La derecha, la izquierda, la central. No importaba hacia dónde viera Atilano Hidalgo Peña el lunes por la noche, el animador oficial de los Tiburones de La Guaira iba a encontrar a una multitud de aficionados llena de júbilo en la Cinta Costera Paseo La Marina de Catia La Mar. Allí concluyó la caravana del equipo campeón de la temporada 2023-2024 de la Liga Venezolana de Béisbol Profesional, que tuvo presencia de las 11 parroquias que conforman el estado que vio nacer a Carlos «Café» Martínez y Ronald Acuña Jr., entre otras figuras ilustres del deporte nacional y de la escuadra litoralense.

Pero allí también nacieron Maikel García y Alcides Escobar, dos de los principales baluartes del equipo que Oswaldo Guillén comandó a su primera corona desde la campaña 1985-1986. Ese conjunto que desató una locura como ninguna otra en el estado, desde el mismo segundo en el que Danry Vásquez capturó el out 27 del compromiso del domingo por la noche en Barquisimeto, que concluyó el quinto juego de la serie final ante los Cardenales de Lara y les brindó a los salados su octavo campeonato en el circuito nacional.

No fue un título cualquiera y los residentes de La Guaira lo sabían muy bien. Lo estaban esperando por décadas, muchos de ellos durante toda su vida. El autobús en el que viajaban los jugadores en plena caravana estuvo rodeado de una marea que quizás solo se quedaba pequeña ante el inmenso mar Caribe de fondo. Cada ola que se elevaba parecía un recordatorio de cuántas tristezas de los guaireños quedaron en el pasado. Ya no importaba más. En la cima de ese autobús, pasando de manos en manos, estaba el título que borró el dolor anterior.

Amor con amor se paga

Los Tiburones le cumplieron a su pueblo y su pueblo les regresó el gesto con una asistencia masiva a las calles. Desde señores que disfrutaban volver a ver a su equipo en lo más alto, como en aquellos tiempos de «La Guerrilla», pasando por adultos jóvenes en la primera mitad de sus 30 o veinteañeros que jamás habían celebrado la gloria con La Guaira. También había niños que comenzaban a comprender el sentimiento que llevó a sus padres, hermanos y tíos a soportar muchos años de frustración, con la esperanza de eventualmente vivir lo que siempre soñaron.

Quizás la parte más bonita de la historia fueron los adultos mayores. Aquellos con la cabeza repleta de canas y que a lo mejor habían renunciado a la posibilidad de volver a ver a sus Tiburones como campeones. Todos, de una u otra forma, bien fuera haciendo el recorrido en vehículos, esperando el paso del autobús de los jugadores por su zona o al frente de la tarima que armó la gobernación guiareña, cumplieron con el equipo que se convirtió en alegría colectiva.

Por las calles de La Guaira se respiraba descanso el martes por la mañana. Parecía un primero de enero, con lugares vacíos y silenciosos, pero que hacían evidente que, tan solo algunas horas antes, esas avenidas habían albergado gozo y fraternidad. Fue lo que generó el campeonato de unos Tiburones que quedarán por siempre en la memoria de cada aficionado presente en la caravana, en cualquiera de sus puntos, pero también en las de los miles en el exterior que celebraron el fin de la desgarradora sequía que formó parte de su pesar cuando salieron de Maiquetía.

Tiburones es primero en La Guaira

Quizás solo una clasificación de Venezuela al Mundial de fútbol podría superar lo que se vivió en La Guaira con el campeonato de Tiburones. Quizás solo una alegría de esa magnitud podría generar el mismo alboroto, enviar carros a copar las calles del estado y llevar a cada residente a ondear banderas y corear cánticos.

O tal vez no, admitió uno de los presentes en la manifestación. Tal vez ni eso podría superar el sentimiento de pertenencia del guaireño por sus Tiburones. El júbilo de cantar al ritmo de la popular samba que se ha hecho tan propia del litoral como sus playas y clima tropical.

Después de todo, el guaireño se llena de orgullo al mencionar de dónde proviene, contando anécdotas sobre cada rincón de su pueblo y bailando ante la música de turno.

Y ahora, por primera ocasión en casi 40 años, también de llamarse campeón. Una vez más, gracias a sus Tiburones.

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