Guillén rompió otros maleficios y recuperó su respeto en el trayecto

Andres Espinoza
Andres Espinoza
Prensa Serie del Caribe
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No lo tienen que amar, ni tampoco admirar. Pero a Oswaldo Guillén tienen que respetarlo. Eso quedó ratificado con la doble coronación del mirandino en las últimas semanas, en ambas terminando maleficios importantes, tormentosos. Tal como lo hizo hace casi dos décadas atrás en las Grandes Ligas, cuando se ganó un protagonismo que lo catapultó en su carrera, tras consagrarse como el primer mánager latinoamericano en obtener una Serie Mundial.

En ese momento, Guillén acabó con una sequía de 88 años sin ganar una corona en el «Clásico de Otoño» para los Medias Blancas de Chicago. Por si fuera poco, el nativo de Ocumare del Tuy lo hizo con una divisa sin grandes figuras, un combinado que pocos tenían entre sus candidatos a llegar a los playoffs, mucho menos a ganarlo todo. En esa oportunidad, «Ozzie» se quedó con el galardón al Mánager del Año en la Liga Americana y su popularidad se perdió entre las nubes.

No obstante, con el pasar de los años, esa mayor atención mediática también trajo problemas para el siempre ocurrente y polémico Guillén. Distintos comentarios, sobre cualquier cantidad de temas, en los años posteriores a esa coronación terminaron dañando su reputación ante los ojos de las fanaticadas en Estados Unidos y también en Venezuela, así como frente a directivas que se restringieron de brindarle nuevas oportunidades desde su destitución como estratega de los Marlins de Miami en 2012.

Más leña al fuego

Por momentos, parecía que el una vez idolatrado mandamás se había convertido en uno de los más grandes villanos dentro del béisbol. Su pasantía inicial por el timón de los Tiburones de La Guaira en la Liga Venezolana de Béisbol Profesional no ayudó a la causa; de hecho, posiblemente lo empeoró todo, pues la afición que todavía respaldaba y creía en Guillén como estratega, terminó perdiendo la fe e incluso sumándose a su grupo de detractores luego de tres temporadas con resultados mediocres al mando de los escualos.

Cuando el venezolano anunció que no volvería con los litoralenses para una cuarta campaña como su timonel, el mensaje vino acompañado de más polémica y creó un distanciamiento todavía mayor entre el exjugador y los aficionados. Guillén aseguró que no regresaría jamás para dirigir a los Tiburones, alegando que se sintió irrespetado por el trato que recibió, tanto él como su familia, por parte de la fanaticada del equipo durante su tiempo como capataz.

Pero como todo en la vida, una simple decisión puede cambiarlo todo. Bajo una nueva directiva, La Guaira se animó a dejar atrás lo que había ocurrido en el pasado y ofrecerle una nueva oportunidad a Guillén de limpiar su imagen con el club de sus amores, con el que lo había ganado todo como pelotero. En medio de una situación de emergencia para Tiburones en diciembre del 2023, el Novato del Año del joven circuito en 1985 optó por ignorar su afirmación previa y aceptó la oferta para retornar al timón guarista.

Guillén volvió a cumplir entre la espada y la pared

Era todo o nada para Guillén una vez más y al final lo fue todo. El popular número «13» de los salados transformó los abucheos e insultos en aplausos y halagos. Comandó el camino para que el equipo se colocara con balance positivo y asegurara un cupo en el todos contra todos. En esa siguiente instancia, La Guaira fue el primer combinado en garantizar su presencia en la final, en la que sacó del camino a los Cardenales de Lara para celebrar su primer título en 38 años.

Y entonces la guinda al pastel se colocó en Miami, la misma ciudad de la que Guillén había sido expulsado como un perro por comentarios a favor del exdictador cubano Fidel Castro cuando todavía era mánager de los Marlins. En el LoanDepot Park, el criollo tomó las riendas de una escuadra nacional que ganó la Serie del Caribe y acabó con una sequía de cetros regionales que databa de 2009.

El rompe maleficios, un ganador por todas partes, el cumplidor de sueños. Pueden llamar como quieran a Guillén, pero siempre con respeto por delante. Se lo ganó, otra vez.

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