Tres transformaciones hicieron posible al Anthony Santander del Clásico 

Carlos Valmore
Carlos Valmore
Anthony Santander / Foto: TW @TeamBeisbolVe
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Miami.-  

La proclamación de Anthony Santander como prohombre de Venezuela en las nacientes del Clásico Mundial es producto de tres afortunadas conversiones. Era pitcher y se hizo bateador; era derecho y evolucionó a ambidiestro; era frágil y se volvió granítico.

Con dos jonrones, triple y una atrapada providencial, el outfielder de 28 años de edad contribuyó, obsequioso, a los triunfos de la selección nacional contra República Dominicana y Puerto Rico. Ahora Santander es prócer venezolano y surfea sobre una marejada de popularidad. Sin esas tres transformaciones estaría lejos de Miami, la Vinotinto, el Clásico y el fervor popular.

La primera de esas modificaciones ocurrió cuando Santander era adolescente.

Carlos Olivo, catador de peloteros, vio lanzando a Santander durante un campeonato nacional llevado a cabo en Mariara, Carabobo, y quedó extasiado. “Ven para que veas lo más parecido a Félix Hernández”, le dijo a su hermano, conocido preparador de jugadores.

“Todos los scouts que me siguieron al principio me veían como pitcher”, recalca Santander en el infield del LoaneDepot Park, la casa de los Marlins de Miami y del grupo D en el Clásico Mundial de Beisbol. “De niño siempre era lanzador, me gustaba. Representé al estado Portuguesa y a la selección de Venezuela en Panamericanos. En primera edad era lanzador y en segunda edad lanzaba y bateaba. Recuerdo que en un Nacional al que fui con Portuguesa le lancé a Miranda, tiré 5.2 innings y me fui de 3-2 con dos jonrones”.

Félix Olivo escuchó a su hermano Carlos y se asomó a mirar a Santander. Le gustó aquel brazo en gestación, pero la causó extrañeza que tirara tantas curvas. “Sospeché una lesión”, recuerda Olivo. Y no se equivocaba. Tampoco erró en otro diagnóstico: aquel joven atlético podía llegar al beisbol profesional cuidando jardines.

Así fue el nacimiento del Santander bateador.

A las dos manos  

Félix Olivo quedó prendado con el potencial y, sobre todo, con la actitud y empeño de Anthony Santander, un rasgo del cual el jugador se ufana. “Yo me identifico por mi ética de trabajo”, afirma el toletero de los Orioles de Baltimore. “Es algo que tengo desde temprana edad, sin que nadie me lo dijera. Gracias a eso he podido superar las lesiones y todavía estoy en el negocio”.


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Olivo lo notó de inmediato. “Trabajaba duro”, expone. “Estando en nuestra academia lo vi algunas veces a las cuatro y media de la tarde entrenándose en medio del tráfico de Naguanagua con un caucho atado a la cintura. Cuando llegó no era tan buen corredor y terminó cubriendo las 60 yardas en 6,6 segundos”. 

Olivó concluyó que Santander necesitaba más herramientas si quería interesar a los scouts de Grandes Ligas. Fue cuando le propuso empuñar el madero a las dos manos. Derecho natural, empezó a pararse a la zurda y desarrolló aptitudes como ambidiestro. “Creo que ha sido fundamental para mi carrera”, opina Santander. “He llegado al punto en el cual me siento igualmente cómodo a ambos lados. Un ajuste que hice fue trabajar de manera idéntica, hacer el mismo swing y tener la misma mentalidad a la zurda y a la derecha”.  

Plantado a la izquierda, Santander disparó sendos cuadrangulares sábado y domingo con el Clásico Mundial como telón de fondo.

A pesar de sus esfuerzos, a Santander le costó convencer a los scouts. “Al principio no había tanto interés en él”, evoca Olivo. “Su proceso fue lento porque explotó tarde, fue un sleeper. El primer equipo que se interesó fue Gigantes de San Francisco y en la recta final el que más ofreció fue Indios de Cleveland”.

A Ramón Peña, afamado ojeador dominicano, le sorprendió que tan pocos se fijaran en Santander. “Lo vi una sola vez en el complejo de San Joaquín y eso me bastó”, extrae de la memoria el cazatalentos. “Era un atleta. Podía correr, lanzar, batear con fuerza a las dos manos. Y era grande”. Al parecer, en el scouteo también aplica aquello de que carro grande, ande o no ande. “Lo firmamos por 380 mil dólares”, contó Peña.  

Endurecer el organismo

El solo hecho de firmar con una organización de Major League Baseball es un triunfo, pero significa apenas el primer paso hacia la Tierra Prometida. Santander empezó a jugar en las filiales de los Indios, siempre y cuando la salud se lo permitiera. Su carrera peligraba.

“Ramón Peña me lo decía: ‘Tú eres de papel’, se ríe el cañonero de Venezuela mientras imita la voz cavernosa del reclutador que lo firmó. “Mi determinación a no rendirme me ha ayudado. El año pasado conocí a un entrenador de fútbol americano, Troy Jones, de Baltimore, quien trabaja en Weston, Florida. Lo busqué porque, como outfielder, necesito estar lo más fibroso posible. Dios me lo puso en el camino. Transformó mi cuerpo. Me ha ayudado a mantenerme fuera de lesiones”.  

La labor de Jones con Santander fructificó. El “pelotero de cristal”, como también lo llamó Ramón Peña, disputó 152 partidos en Grandes Ligas la temporada pasada y quedó quinto entre los mayores jonroneros de la Liga Americana con 33 bastonazos. Ningún bigleaguer venezolano sonó tantos vuelacercas en 2022. La convocatoria del portugueseño al roster venezolano para el Clásico se hacía imperativa.

Santander llegó a los entrenamientos de la selección en excelente forma. “Trae más de 40 turnos del Spring Training y es uno de los bateadores que llegó más adelantado”, dijo el piloto Omar López antes de comenzar el Clásico. Ahora es el líder en bambinazos de la escuadra nacional durante el certamen de 2023. “Y va para más”, dijo un scout. “Uno puede proyectar en Santander, por su físico, por la forma como trabaja, una campaña de 40 jonrones en Grandes Ligas”.

Santander está feliz de haber elegido el beisbol sobre el volibol y el baloncesto, disciplinas que también practicaba. “Cuando tenía como 14 años me buscaron en Guanare para entrar al equipo profesional de allá, pero mi papá me dijo, quédese en el beisbol”. Otra decisión acertada que Venezuela agradece.  

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