Vida y salud mental con Anderson Espinoza

José Ángel Rodríguez
José Ángel Rodríguez
Foto: @Cubs
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Anderson Espinoza es hijo biológico de Damelis Domínguez y José Luis Espinoza, pero también lo es de la Zona F de la Parroquia 23 de enero, un lugar donde desde el nacimiento la rendición no existe. Esos genes le han acompañado en una vida aún muy corta, a pesar de que desde hace casi una década se escucha su nombre en el ambiente del beisbol.

En 2014, con 16 años de edad, Anderson firmó como profesional por $ 1,8 millones de dólares y una beca escolar de $ 200 mil, para ese entonces el mayor incentivo otorgado por los Medias Rojas de Boston. Ese es el hecho que, junto al de haber estado cuatro años sin participar en juegos oficiales debido a dos operaciones Tommy John por la ruptura del ligamento colateral del codo derecho, conocen el grueso de los aficionados al deporte.

Pero en el medio, hay un proceso mucho más valioso que el ser considerado un pitcher de Grandes Ligas, un status que alcanzó en 2022, con los Cachorros de Chicago. Porque algunas etiquetas no son ni el comienzo ni el final de nada. Tan solo forman parte de una historia de vida tan diferente y a la vez tan igual a la de cualquier ser humano.

El acercamiento

Desde el 2017, año de su primera cirugía, Espinoza acude a terapia psicológica. Lo hace con Rosa Michelle Pou, una psicóloga deportiva dominicana que trabaja con los Padres de San Diego, organización a la que el lanzador regresará para la próxima temporada.

«Ella se acercó a mí y poco a poco nos dimos confianza. Me atreví a contarle un poco más sobre mí, no solo sobre mi carrera, sino hasta de mis cosas personales. Cada cosita, por pequeña que fuera, se me iba acumulando y se convertía en una bola gigante, que no me dejaba pensar correctamente», recordó Anderson a Sello Deportivo, sentado sobre la baranda del dugout visitante del Estadio José Bernardo Pérez de Valencia, luego de terminar una sesión de bullpen previo a su debut con Leones del Caracas.

Resignificar la lesión

Cuando Anderson Espinoza habla, lo hace con calma y naturalidad. No hace falta preguntarle si cayó en una fase de duelo en el comienzo de aquellos largos años. Tampoco consultarle si pensó en retirarse sin haber cumplido el objetivo de convertirse en grandeliga. Él ya lo ha admitido en otras ocasiones, aunque en cada entrevista que tiene la oportunidad, se encarga de recordarlo. Forma parte de su inspiradora hoja de ruta y se le infla el pecho cuando lo menciona.

«Al principio yo me cuestionaba mucho, me hacía muchísimas preguntas y en algunos momentos me molesté con Dios. ¿Por qué me estaba pasando eso?», contó en un instante de la conversación donde miró al cielo. La respuesta la halló como consecuencia de las herramientas desarrolladas en la terapia psicológica. «Gracias a ella pude salir de ese hueco. Para mí era más fácil agarrar un dinero que tenía, invertirlo e iba a vivir más feliz, porque en ese momento no lo era. Ahora tengo una visión clara, me siento más sano, no me volvió a doler mi brazo, cumplí mi sueño, y poco a poco vamos construyendo cositas para ser más exitoso en Grandes Ligas».

La psicóloga Alejandra Tovar Castro, con experiencia en atletas de alto rendimiento, ofreció una aproximación terapéutica al escenario que atravesó Espinoza.

«Desde el momento que se firma un contrato se suele deshumanizar a la persona y la condenamos a que tengan superpoderes, no les pase nada, que sean perpetuos y siempre hagan lo mejor, salven el día», glosó Tovar. «La condenamos a que todo debe salirle bien y hacemos que se olvide de que es un humano con factores de riesgo».

Anderson Espinoza ha sabido superar dos cirugías Tommy John
Anderson Espinoza en 2017 luego de su primera cirugía/ Foto: @dennistlin

El manejo de la expectativa

Al momento del pacto con Boston, Espinoza era comparado con Pedro Martínez, actual miembro del Salón de la Fama. Con 15 años de edad lanzaba rectas a 94 millas por hora y tenía la mejor curva del período de firmas internacionales 2014-2015.

«Cuando un joven puede lanzar a esa velocidad, con esos pitcheos quebrados, siempre estará por encima del resto y hará lucir mal a los bateadores de su misma edad, que todavía no han desarrollado la reacción necesaria en las muñecas para golpear esos envíos”, describió un scout sobre el caraqueño tres meses antes de la firma multimillonaria, al periodista Alexander Mendoza.

Para el receso del Juego de Estrellas de 2016 fue pieza clave en el cambio que llevó a Drew Pomeranz a los patirrojos, desde San Diego. En 2017 apareció en la lista de los 25 principales prospectos del beisbol de acuerdo a MLBPipeline.com, pero fue entonces cuando comenzó la prueba con las lesiones. Primero en forma de rigidez en el antebrazo de lanzar, y luego con el daño en el ligamento cubital que le llevó al quirófano.

«Es importante el acompañamiento psicológico desde un principio de la firma, porque es necesario que ellos sepan que esto puede pasar», explicó Tovar. «Y en etapa de adolescencia aún más, porque puede que no estén en plena conciencia de que pueden ocurrir lesiones que trunquen ese camino y no precisamente es un fracaso. De esa forma se pueden tratar estrategias de afrontamiento. ¿Qué haré a raíz de la lesión y cómo la voy a llevar?».

La elección de Anderson Espinoza

Anderson Espinoza escogió el crecimiento y aprendizaje súbito. Esa fue su forma de mantenerse en pie tras el doble trance. «Aprendí que debía entrenar diferente, antes solo era un niño con talento que salía a divertirse y ya, pero cuando me pasan las operaciones vi que para ser exitoso en el mejor beisbol del mundo tienes que hacer otras cosas aparte, separarte del montón», afirmó.

«Hay que hacer pequeños sacrificios como cambiar la alimentación, eso ayuda a recuperar mejor el brazo y estar saludable. Cambié el modo de entrenar y descansar, cambié muchas cosas en mi estilo de vida», prosiguió el serpentinero. «Ahora soy una persona con talento, pero también con mucha madurez por todo lo que me ha pasado. Me siento contento de que eso me haya sucedido, porque de no haber sido así, no pensaría de esta manera ahora«.

Esa visión desarrollada e interiorizada tiene marcada influencia en las sesiones terapéuticas, de acuerdo a lo expuesto por la especialista Tovar. «Una de las herramientas que puede ofrecer la terapia psicológica es la estrategia de afrontamiento ante la situación de que ocurra una lesión. No fatalizarla ni bajar las expectativas hasta el punto de decir ‘de esta no voy a salir, mi cuerpo no me va a rendir como antes’ porque eso trae hasta predisposiciones a nivel de musculatura».

¿Tabú?

Hablar de salud mental nunca ha debido ser sinónimo de debilidad en ninguna circunstancia de la vida. Y aunque hay un camino largo por recorrer para su aceptación e importancia en el ámbito deportivo, tampoco se está en el mismo lugar de partida.

«No se ha superado el estigma, para nada», aseguró Tovar. «Pero tampoco estamos donde iniciamos. Hace unos años trabajar con un psicólogo deportivo lo consideraban innecesario. Ahora lo vemos como parte de un cuerpo técnico, como integrante de un equipo. Sin duda, hemos mejorado, siento que debemos hacerlo muchísimo más. Se debe subrayar que el deportista es un humano, que siente, que tiene emociones, miedos y eso es normal».

Espinoza también tiene un mensaje al respecto: «Le doy un consejo a todos los muchachos, viejos y niños, no tengan ese tabú. La salud mental es importante, no tengan pena ni miedo para decir sus cosas. Si no lo hacen, no podrán llegar al punto que desean. A mí me funcionó y lo certifico, aún sigo yendo a terapia psicológica, aún chateo con ella (con Rosa, su psicóloga) por Whatsapp, o la veo por cámara en Zoom, por todos lados. Gracias a eso fue que yo pude salir de donde estaba».

El debut de Anderson Espinoza con Leones

Anderson se estrenó con la manada capitalina el domingo 11 de diciembre, contra Bravos de Margarita, en Macuto. Al momento de la charla con él, expresó no sentir nervios mientras esperaba por la apertura, solo un poco de ansiedad porque soñó con lanzar en Venezuela antes que en Estados Unidos.

Se visualizó ponchando al primer bateador, aunque terminó haciéndolo con el segundo, Breyvic Valera. Allí seguramente estaban sus padres, su abuela, sus primos y algunas amistades. La aparición estaba pautada a un máximo de dos innings, pero el mánager José Alguacil decidió retirarle de la loma tras dos tercios, luego de sufrir contratiempos en la uña de lanzar y otros hechos poco fortuitos en el terreno.

«Hay dos cosas seguras: las crisis siempre pasan y son transitorias», concluyó Tovar, antes de ver por televisión el estreno de Espinoza. Leyó solo un poco de su historia en internet y le inspiró observarlo. «Las etapas de las crisis generan crecimiento y cambios. A veces es un tiempo indeterminado, pero es seguro que pasa. Eso sí, la crisis también en algún momento vuelve, porque hay situaciones que te generan sensaciones similares a la que ya pasó. ¿Qué es lo importante? Saber cómo y en qué momento vas a afrontarla».

Y Anderson Espinoza es hijo de Damelis, José Luis y la Zona F del 23 de enero. Si alguien sabe cómo hacerlo, es él.

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