Se agota el tiempo de Bravos para regresar a Margarita

Carlos Valmore
Carlos Valmore
Bravos de Margarita espera volver a la postemporada
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Como los pitchers ahora en las Grandes Ligas, el ansiado retorno de Bravos a Margarita está cronometrado. Y va sobre la hora. “Si la reparación del estadio Nueva Esparta no comienza en junio, a más tardar, será casi imposible jugar allá la próxima temporada”, asegura una persona con conocimiento de la situación.

Casi un millón de dólares cuesta acondicionar el parque de Guatamare para hacerlo habitable. Quienes lo han visitado aseguran que el deterioro avanza, sobre todo en las torres de iluminación, devoradas por el salitre. Las cestas donde van encajados los faroles se han caído, literalmente, a pedazos. Las bombillas no sirven. Los trabajos a acometer son arduos, y caros. Por eso la premura. Bravos jugó por última vez en El Valle del Espíritu Santo durante la contienda 2019-2020 de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional. Desde entonces, la instalación permanece cerrada.

Como ya se ha publicado, el principal escollo para reacondicionar el Nueva Esparta es el financiamiento. Ni Bravos, ni la Gobernación de Nueva Esparta, administrador del inmueble, se han mostrado dispuestos a asumir el salvataje. Demasiado dinero, dicen. El potencial rescatista restante es el poder central, a través del Ministerio de la Juventud y el Deporte. Allí, no obstante, ponen condiciones.

No será sencillo regresar a Margarita

Desde La Vega insisten en que, antes de que el Ejecutivo Nacional se aboque a rehabilitar el estadio de Guatamare debe hacerse una investigación y definir culpabilidades a las que hubiere lugar por el abandono de un bien público. A ojos del Ministerio, deben establecerse “responsabilidades administrativas” ante el daño patrimonial. “Alguien tiene que responder qué pasó con un estadio que en 2014 albergó una Serie del Caribe y que sirvió de sede a un equipo de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional hasta 2019”, apuntó una fuente oficial.

Esa es condición sine qua non para que el Gobierno considere implicarse en un problema que, de entrada, no le compete. Al menos no debería competerle al tratarse de asuntos que atañen a un particular y un ente estatal descentralizado.  

Así las cosas, el estadio Nueva Esparta se convertiría en otra trinchera del conflicto político del país, un herido grave yacente bajo el fuego cruzado entre oficialismo y oposición. No perdamos de vista que el gobernador del estado, Morel Rodríguez, es un veterano líder regional adverso al chavismo. Rodríguez, en este momento, pareciera afrontar dificultades más acuciantes que la refacción del estadio. Hace pocos días, el Consejo Legislativo Regional de Nueva Esparta le improbó la Memoria y Cuenta.

Bravos pide certidumbre. Desde el principio, sus propietarios han alegado que no les corresponde hacerse cargo de una inversión tan cuantiosa para componer  un estadio del cual son arrendatarios. Como sea, al club le urge saber cuál será su domicilio para la campaña 2023-2024. Si seguirán en Macuto, donde una novena de Margarita es un cuerpo extraño, o si existe la posibilidad de rehacer su vida en la isla, como es el deseo de sus dueños y directivos. Hoy por hoy, el juego luce trancado, sin avances. Ojalá se destrabe, para beneficio del deporte, y el estadio Nueva Esparta no se transforme en arma arrojadiza.                                

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