En el Santos, con el Ballet Blanco: Dorval, Mengalvio, Coutinho, Pelé y Pepe; ya tenía un reconocimiento global de su fútbol. Su paso por el New York Cosmos llevó su juego a un gigante, Estados Unidos, aún ateo a la devoción por el balón. Pero si se habla hoy en día del Rey del balompié es por lo que hizo en las Copas del Mundo. Hasta tres alzó con la selección de Brasil: 1958, 1962 y 1970. Ninguno más lo ha hecho.
Todo comenzó con un niño que le prometió a su padre que traería una Copa del Mundo, mientras su progenitor lloraba por la calamidad deportiva que escuchaba en la radio: el Maracanazo. Este chamo, que limpiaba zapatos y de pocos recursos -económicos, porque futbolísticos le sobraban- se coronó en el deporte más popular de planeta.

Pocos meses antes de ganar la primer Mundial, el cronista y dramaturgo Nelson Rodrigues lo bautizó como «O Rei«, en la revista Manchete Esportiva. Pelé tenía apenas 17 años, pero el escritor tuvo una visión profética de lo lograría este delantero para Brasil y todos los amantes del fútbol.
Suecia 1958, el inicio de la leyenda de Pelé
“Cuando fui al estadio Nya Ullevi de Gotemburgo, había 50.000 personas con ganas de ver al pequeño niño negro que llevaba el número 10. Muchos me vieron como una especie de mascota”, rememoró Pelé en algún momento. Cabe destacar que a la cita en Europa no era titular. Ese lugar era de José Altafani, un italo-brasileño que marcó época en el calcio con: Nápoles, Milan, Juventus y Torino. Incluso le decían Mazzola porque recordaba un ícono como Valentino Mazzola, que falleció en la tragedia de Superga (1949).
Con el pasar de los partidos, Pelé se hizo un hueco en el once titular de Brasil. Su primer tanto fue ante Gales, luego despachó un hat-trick en la semifinal versus Francia. La cereza del pastel fue su doblete ante la selección local. Infló las redes en seis ocasiones, su Mundial más prolífico. La primera estrella para el escudo de la Canarinha y la promesa saldada con su padre, Dondinho, del que siempre recordaba que marcó cinco goles de cabeza en un partido. Su primer tanto ante los suecos siempre será recordado: centro de Zagallo, un control genial de pecho, un sombrerito en el área y a cobrar. Su celebración fue entre lagrimas de alegría.

México 1970, la llegada al Olimpo
Las siguientes dos citas ecuménicas no fueron positivas para el delantero. «En Chile 62, un problema en la ingle le impide jugar más de dos partidos, en los que anota un gol. En Inglaterra 66, la masacre portuguesa, con Morais como matarife principal, dejó a Pelé casi sin torneo (dos partidos, un gol) y a Brasil en la cuneta en la primera fase. Todo un impacto, el doble campeón al exilio en un periquete. La resurrección de Pelé y Brasil sería extraordinaria. Se estaba gestando la mejor selección de la historia. Destino: México 70», escribió José Samano, en El País.

Cabe destacar, que luego de la frustración en Inglaterra, Pelé no quería saber nada más de Mundiales. “Tengo la intención de no jugar más en los mundiales, porque nunca tengo suerte”, soltó «O Rei». Aparte el entrenador João Saldanha no lo tenía como titular indiscutible. Alegaba que el delantero tenía problemas de la vista. El dictador Emílio Garrastazu Médici movió fichas para que el jugador del Santos dijera presente. Llegó Zagallo al banquillo y Brasil 1970 se transformó en la mejor selección de la historia.
La Canarinha de los «Cinco Dieces», aparte de Pelé: Jairzinho, Tostão, Rivelino y Gerson. Si en Chile e Inglaterra solo había marcado una diana, en cada uno. En México hizo cuatro, el último un potente cabezazo en la final ante Italia. Pero «O Rei» no solo anotaba, sino que también los otorgaba. En esa cita dio seis asistencias, la mayor cantidad para un jugador en una sola Copa del Mundo. Imborrable su pase a Carlos Alberto, para unas las dianas mejor concebidas de la historia de los Mundiales.