Suenen la corneta, que murió Lezama

Carlos Valmore
Carlos Valmore
Jesús Lezama / Foto Leones del Caracas
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¡Quién fuera Jesús Lezama, para ver beisbol por cien años!

El corneta de los Leones del Caracas parecía destinado a arengar desde las tribunas hasta el fin de los tiempos. Lamentablemente, hasta a él le llegó su hora. Falleció este jueves, 11 de mayo de 2023. Había nacido en Tucupita, Territorio Federal Delta Amacuro, el 9 de febrero de 1919.  

En más de un siglo de vida, Lezama animó al Caracas y celebró con la novena 21 campeonatos y dos Series del Caribe. Le dio tiempo de festejar en el terreno ese vigésimo primer título tan ansiado por la divisa porque se hizo esperar. Lezama, presente y siempre consecuente, no podía irse de este mundo con esa tarea pendiente. Lúcido y con alegría, pese a los estragos de la edad, levantó ese último trofeo antes de despedirse.

Lezama fue marinero, pero nunca magallanero. Quedó prendado del Caracas desde que se llamaba Cervecería. Allí comenzó su ciclo por los estadios que comenzó en el viejo coso de San Agustín y se cerró en el Monumental Simón Bolívar de La Rinconada. Durante cerca de ocho décadas hizo sonar su corneta, con pera, primero, sin pera después, por todos los diamantes de las Antillas, y más allá.

Lezama gozaba de reconocimiento internacional. Como el Caracas ha sido un viajero frecuente a las Series del Caribe, “Chivita” visitó parques en México, Puerto Rico, República Dominicana y Estados Unidos a la vanguardia del caraquismo. Muchos afuera se preguntaban quién era aquel pintoresco personaje que se paseaba por las tribunas corneteando por el Caracas. En diversas entrevistas se envaneció de nunca haber sido un empleado de la organización, sino un fanático de corazón, el número uno. Hasta en territorio hostil lo saludaban parciales de los conjuntos rivales. Es el único seguidor que ha recibido el honor de ser epónimo de un torneo en la Liga Venezolana de Beisbol Profesional. Fue en la temporada 2019-2020.


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Lezama era un fanático sinigual. Ningún otro aficionado de la pelota nacional ha sido tan identificado con un bando como él. Nadie dedicó tanto tiempo de su vida, ni tanto aire de sus pulmones, a acompañar a un club desde las gradas. Allí era el capitán. Como buen bailarín, creó cánticos y coreografías en olor de multitudes. El sonido de su corneta llegó a formar parte de la memoria auditiva de la LVBP.  

En el Salón de la Fama de Cooperstown hay una galería completa dedicada a honrar la fidelidad del público. En el templo mayor del beisbol venezolano está una vieja corneta de Lezama que él donó al museo. Otra demostración de que llegó a ser patrimonio nacional en este deporte.

Ojalá haya quedado registro de Lezama tocando su corneta. Un buen homenaje por parte del Caracas sería que sus notas resonaran a través del sonido interno del Universitario. Sería una manera de eternizar a Lezama, casi eterno de por sí. Él, su corneta, su dedo de goma espuma que apuntaba hacia cada uno de los tres jardines antes de cada partido, serán recuerdos de enorme significación para todos aquellos quienes, como Jesús Lezama, amarían al beisbol por más de una centuria si el mánager celestial los pusiera tantos juegos en el lineup. Lezama se va. Lo que él simbolizaba permanecerá mientras exista la pelota, ojalá por los siglos de los siglos.        

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