La Vinotinto Sub-23 es incapaz de sostener su juego y Valiño no da con la clave

Mariangel Ferrebu
Mariangel Ferrebu
El cuadro nacional obtuvo su segundo empate consecutivo en el Preolímpico | Cortesía CONMEBOL
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Incierto, inconsistente, cuestionable. Así podría describirse el juego mostrado por la Vinotinto Sub-23 en sus dos últimas presentaciones en el Preolímpico que juega en casa. Ni siquiera la localía ha sido motivación suficiente para evitar dejar escapar la victoria, tal como le sucedió con el empate a tres ante Bolivia y la igualdad a uno con Ecuador.

En ambos escenarios se repitieron una serie de patrones. El más lamentable es que los criollos fueron los primeros en adelantarse en el marcador y no pudieron sostener esta ventaja, producto de que su juego se fue diluyendo. El físico mermado, las pocas soluciones con los cambios y que el equipo renunció a jugar en bloque medio-alto para pasar a ser medio-bajo son otros de ellos.

Bryant Ortega, lo mejor de la Vinotinto Sub-23 ante Ecuador

Si en el partido pasado destacábamos a Telasco Segovia por su gran actuación, el choque ante los ecuatorianos también tiene nombre propio: Bryant Ortega. El volante de Caracas FC hizo una presentación consagratoria dentro de la Vinotinto Sub-23 gracias a su rol mixto.

Estuvo acompañado de otros dos volantes: Segovia y Carlos Faya, a quien le tocó el rol de hacer los relevos de sus compañeros cuando se lanzaron al ataque. De hecho, a diferencia del partido debut, Telasco se ubicó más como un mediapunta para generar apoyos ofensivos en creación.

Bryant Ortega de la Vinotinto Sub-23
Ortega fue el mejor del partido ante Ecuador | Cortesía CONMEBOL

Sin embargo, en determinado punto esto les pasó factura a los venezolanos. Prescindir del larense en la base de la construcción del juego, hizo que la selección tuviese que orientarse mucho hacia la creación en los carriles externos.

Esto no fue un problema en los primeros pasajes del partido cuando el grupo aún se encontraba fresco y tuvo orden táctico para jugar con el bloque compacto y posicionado medio-alto.

Sin dejar tantos espacios entre líneas, su posicionamiento le permitió hallar siempre socios más cercanos. Fue común ver juntos y progresando por banda a Faya, con Renné Rivas y Jovanny Bolívar por izquierda; o Kevin Kelsy, con Matías Lacava y Segovia por derecha. La ocupación de espacios también le cerró caminos al rival defensivamente hablando.

No obstante, cuando el equipo se volvió más largo, la fluidez del juego se perdió y se puso en riesgo las posesiones largas. En este punto, si Ortega no tomaba la pelota para romper líneas, hacer recorridos, sacar recursos de pases largos o mostrar su galería técnica, la Vinotinto Sub-23 no generaba peligro. El gol, finamente anotado por Kelsy, pero con asistencia del caraqueño, fue una demostración de lo que el volante puede hacer.

El tiempo es el peor enemigo de la selección

Con el 1-0 a favor en el marcador y con buenas sensaciones que se fueron esfumando, la Vinotinto Sub-23 volvió a pecar de inestable. Se perdió la explosividad y sociedades por bandas, hasta llegar a momentos donde seguro a más de un fanático se le olvidó que Bolívar y Lacava estaban en cancha.

El delantero de Huesca, de hecho, ha sido uno de los rendimientos más bajos que ha tenido el grupo, probablemente, por el sitio donde ha sido utilizado: jugando por fuera.

En el segundo tiempo, cuando se necesitó un revulsivo, un hombre desequilibrante, como le dirían en Argentina, el “gambeteador”, Valiño se consiguió de frente con el problema de confección de convocatoria: entre sus opciones, no había quien cumpliera ese rol. Finalmente echó mano de la artillería ofensiva más confiable que tenía: David Martínez, Luifer Hernández y Bryan Castillo.

Ni así halló respuestas el estratega argentino, que sigue sin poder convencer al aficionado venezolano en el desarrollo del Preolímpico 2024 por la mala administración del resultado, la inestabilidad del juego y las pocas soluciones contundentes desde las modificaciones, que han dejado escapar cuatro puntos por errores propios.

Con esto, el “mano tengo fe” se va diluyendo pues solo quedan dos presentaciones de vida o muerte: ante Colombia y Brasil el próximo lunes 29 de enero y el jueves primero de febrero, respectivamente. Pero como dicen los filósofos: la fe no puede sostenerse sola. Tiene que afirmarse en algo, y ese “algo” debe ser verdad.

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