Ehire Adrianza y las normas de convivencia en un dugout  

Carlos Valmore
Carlos Valmore
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A los 33 años de edad, Ehire Enrique Adrianza participará en ese juego de las sillas que son las invitaciones a campo de entrenamiento de Grandes Ligas. Quedarse con uno de los pocos asientos disponibles para el roster inaugural de la temporada exige aguzar todos los sentidos y estar a plenitud de forma, pues la competencia, aunque es entre compañeros, se vuelve despiadada.

Por eso se entiende el enojo de su padre, del mismo nombre, por una situación denunciada por él mismo en sus redes sociales.

Durante el cuarto inning del quinto partido de la final entre Leones del Caracas y Tiburones de La Guaira, Adrianza, quien soltó sencillo remolcador durante su primer turno, fue reemplazado en tercera base por Kelvin Meleán. Algo había ocurrido. Según el parte oficial del club, sufrió mareos. Luego se conoció por qué se mareó.

De acuerdo con un reporte del periodista Jesús Ponte, Adrianza debió dejar el campo aturdido por el estallido de un petardo lanzado dentro del dugout. Un compañero de equipo habría sido quien lo encendió. Hasta allí habría llegado la historia, de no ser porque el padre de Adrianza acusó con nombre y apellido al serpentinero de 38 años de edad Junior Guerra, a quien tildó de irresponsable, entre otras lindezas.

Ehire Adrianza y el «martillito»

Enojado, Adrianza padre se refirió al asunto “¿Qué hubiera pasado en el quinto juego de la final si Junior Guerra no lanza el martillito que le quemó el cuello y mareó a Ehire Adrianza?”, bramó el papá de Ehire, quien criticó la forma como Tiburones de La Guaira manejó la información. “Se lo reclamé a Antonio José Herrera”, mencionó Adrianza padre, preocupado por la salud de su hijo y por las consecuencias que pudo haberle traído.


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Haya sido quien haya sido, debe ser abolida esa práctica de arrojar material explosivo dentro de un recinto con alta concentración de personas, como es el caso de un dugout. Es una gracia peligrosa, sobre todo para atletas de alto rendimiento. No debe suceder más, ni en la cueva de La Guaira ni en ninguna otra del beisbol profesional venezolano. Porque no fue la caseta de los escualos la única donde ocurrió algo similar. Una cosa es rociar amoníaco o cualquier otra sustancia de olor penetrante para “llamar” a la suerte. Otra es hacer explotar uno de estos artefactos con potencial de dañar, así no sea esa la intención, como seguramente no lo es.

Por un cupo en MLB

Ehire Adrianza tiene cómo quedarse con un cupo en la plantilla de los Bravos de Atlanta y sumar una undécima contienda a su tiempo de servicio en Major League Baseball. Demostró en esta campaña ser un factor diferenciador durante los momentos culminantes. Estabilizó la defensa con su desempeño como antesalista y además bateó, hasta con fuerza. Será una pieza importante para los litoralenses a efectos del campeonato 2023-2024.

Todo debe aclararse entre los involucrados; que hablen, que se disculpe quien deba disculparse y a jugar pelota. La Guaira así lo necesita. Haber alcanzado la final después de quedar enterrados la campaña anterior debe servir de acicate para la organización como conjunto. Que la pólvora y los fuegos artificiales, lejos del dugout, iluminen el cielo para celebrar el esquivo octavo título, tantas veces postergado. Sería bueno para La Guaira. Sería bueno para la liga. Sería bueno para el beisbol venezolano.    

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