César Izturis y Carlos Zambrano: el origen de una amistad de Grandes Ligas

José Ángel Rodríguez
José Ángel Rodríguez
Foto: Karen Abuchaibe (Prensa Guerreros)
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Las vidas de César Izturis y Carlos Zambrano han transcurrido con notables paralelismos. Ambos debutaron en las Grandes Ligas durante la temporada 2001; fueron construyendo carreras que despertaron respeto mutuo, antes de que fuesen compañeros de equipo, amigos y dos de los principales responsables técnicos de Guerreros de Lara en la campaña 2023 de la Liga Mayor de Beisbol Profesional.

Ese lazo de compenetración profesional y complicidad personal comenzó a estrecharse en el año 2006. Era 31 de julio, el día límite para realizar cambios en la Gran Carpa. Los Cachorros de Chicago tomaron la decisión de adquirir a Izturis desde los Dodgers de Los Ángeles por Greg Maddux, pitcher que ya en la parte final de una travesía que desembocó en el Salón de la Fama se convirtió en uno de los maestros de Zambrano.

«Recuerdo a César como un pelotero al que siempre admiré enfrentar por su sencillez y profesionalismo. Siempre nos saludábamos y en el momento que me llama la gerencia para decirme que iban a traer un campocorto no tenía ni idea de que pudiera ser él», recordó «El Toro» a Sello Deportivo. «Cuando me dicen su nombre de inmediato respondí que me parecía excelente, porque para ese entonces ya era un Guante de Oro. Ahí comenzó nuestro vínculo».

Izturis venía de disputar cuatro zafras y media con el equipo californiano, siendo convocado por primera y única vez al Juego de Estrellas un año antes. Cambiar de residencia y estilo de vida desde la costa Oeste hacia el estado de Illinois, con más de 2.700 de kilómetros de distancia, fue un proceso mucho más sencillo de lo habitual gracias a la mano de su connacional.

«Una vez que llegué a Chicago, Carlos me recibió haciéndome sentir como en casa. A pesar de que yo tenía cinco años en Grandes Ligas en ese momento, cuando te cambian así tengas 15 años allí, eres como uno nuevo», relató Izturis. «Él no sólo me recibió, sino que me dio las llaves de su apartamento para que yo me quedara. Eso dice mucho de su calidad como ser humano. Me cobijó y a partir de allí nació una amistad sincera, siendo este el resultado de ese vínculo».

Gestos que abren puertas

Aquella actitud de Zambrano hacia el parador en corto fue una muestra del liderazgo que desde entonces ya ejercía en la organización osezna a pesar de que sólo tenía 25 años de edad. Aquel ruedo lideró la Liga Nacional en victorias, con 16, dos menos de las que registró en el siguiente curso, su tope como grandeliga.

«Yo acababa de comprar una casa en Chicago porque ya tenía dos años viviendo en apartamentos y no me gusta vivir en ese tipo de viviendas, porque las paredes y el techo no es tuyo», rememoró el oriundo de Puerto Cabello, cuarto lanzador venezolano con más triunfos en el Big Show (132). «Entonces tenía ese apartamento libre y César iba alquilar uno y le dije que de ninguna manera lo iba a aceptar. En ese momento pensé que era compatriota y yo tenía una propiedad disponible, así que pensé dárselo a él para que lo cuidara. Lo hice por compañerismo y por nuestras raíces».

Izturis, que fue sometido a una cirugía de reemplazo de ligamentos en el codo derecho en septiembre de 2005, lidió con las lesiones en el resto de su travesía tanto en la Ciudad de los Vientos, donde se mantuvo hasta julio de 2007, como con los Piratas de Pittsburgh, Cardenales de San Luis, Orioles de Baltimore, Cerveceros de Milwaukee y Rojos de Cincinnati, conjuntos en los que dividió su trayectoria de 13 campañas, además de con los Azulejos de Toronto, escuadra en la que se estrenó.


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El mensaje entre César Izturis y Carlos Zambrano que les unió en Guerreros

Zambrano se enteró por el periodista larense Roger Ortiz, que Izturis había asumido su primera experiencia como mánager en el beisbol con Guerreros, en la tercera edición de la LMBP. De inmediato, le escribió a su amigo para felicitarle con una posdata mitad en broma, mitad en serio: «felicidades hermano, si necesitas un pitching coach acá estoy».

El novel piloto le preguntó si estaba hablando en serio y el porteño le respondió que en principio «lo dijo jugando, pero ahora sí iba en serio». Así, con esa espontaneidad surgida entres dos personas que se conocen tanto, se dio la dupla Izturis-Zambrano en la escuadra larense, que llegó hasta las semifinales del circuito veraniego, aunque en el papel no estaba entre los candidatos para avanzar de la ronda regular.

«Tenemos la misma mentalidad y código de trabajo, eso nos ha ayudado esta temporada. Comenzar una carrera como técnico de su mano dice mucho, porque él es una persona que sabe mucho de este deporte», aseguró Zambrano, quien también asumió por primera vez un rol como técnico en la pelota profesional. «De hecho, cuando comencé mi academia me arrimé mucho a él. Dicen que a quien buen árbol se arrima, buena sombra obtiene y así fue».

«El desarrollo para ambos esta temporada fue tremendo. Carlos ha sido de mucha ayuda, especialmente con los muchachos jóvenes», afirmó Izturis. «Es una persona que siempre está para ellos, muy humano y profesional, respeta mucho los códigos del beisbol con su ética. Sin Carlos y todo el staff en pleno, nada de esto hubiese sido posible. Hicieron mi trabajo mucho más fácil».

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